febrero 11, 2011

MÚSICA EN ÍTACA (20)






JACO PASTORIUS

Su padre, floridano, es percusionista y cantante de jazz, y John Francis Pastorius (Norristown, Pensilvania, 1951 – Miami, 1987) empieza la infancia escuchando ese tipo de música.
La rotura de un brazo durante un partido de fútbol aumenta su interés por los instrumentos musicales. Deja a un lado las baquetas de la batería, y aprende a tocar el saxo y la guitarra. Funda grupos de rhythm’n blues y rock, los estilos que mejor cuadran con su adolescencia rebelde. Las demás aficiones consisten en robar vehículos, pasar las noches al raso, pelearse con bulla. Cualquier error que haga pedazos el tedio que le causa el Florida paterno.
Termina la adolescencia en un quirófano. Le corrigen el brazo mal curado, e inmediatamente se esfuerza por dominar la técnica del bajo eléctrico. Está dotado como pocos. Hasta tal punto que, cuando Jaco Pastorius tiene dieciocho años, nada menos que Jimi Hendrix desea contratarlo. Para su sorpresa, la estrella recibe una respuesta negativa. ¿Por qué? “Porque no soy más que un perro errante”, dice el joven. Es probable que en esa contestación haya menos modestia que soledad airada.

(…)

Jaco Pastorius muere sin haber cumplido los treinta y seis años. Quiere colarse de rondón en un bar de Miami y es retenido por los vigilantes del local. Le propinan una paliza y lo dejan inconsciente sobre el pavimento. Se apaga muy despacio en el hospital. La muerte es lenta, pesada en el movimiento, ante su vida tan ligera.


FRANCISCO JAVIER IRAZOKI
(Fragmentos del libro La nota rota; Hiperión, 2009)

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