julio 19, 2011


Las palabras siguen su viaje

¿Sufren en realidad los poetas más
que otra gente? ¿No es sólo
que a ellos les toman fotos
y se les ve hacerlo?


Los manicomios están llenos de aquellos
que nunca escribieron un poema.
La mayoría de los suicidas no son
poetas: una buena estadística.

Algunos días sin embargo quiero, todavía,
ser como otra gente;
pero entonces voy y hablo con ellos,
esa gente que se supone que son
distintos, y se parecen mucho a nosotros,
excepto que carecen de esa cosa
que pensamos que es una voz.

Nos decimos entre nosotros que ellos son más débiles
que nosotros, menos definidos,
que ellos son lo que nosotros definimos,
que les estamos haciendo un servicio,
que nos hace sentir mejor.

Ellos son menos elegantes en el dolor que nosotros.

Pero mira, dije nosotros. Aunque pueda odiar tus tripas
individualmente, y nunca quiera verte,
aunque prefiera pasar el rato
con dentistas, porque aprendo más,
hablé de nosotros en plural, nos uní
como los miembros de alguna caravana de la muerte
que es como nos veo, viajando juntos,
las mujeres con velo y de una en una, con esa mirada
hacia adentro y los ojos desviados,
los hombres en grupo, con sus bigotes
y pasatiempos y baladronadas

en el lugar al que estamos pegados, el lugar que hemos escogido,
un peregrinaje que tomó un rumbo equivocado
en alguna parte hace mucho y terminó
aquí, a plena luz
del sol, y las sombras duras rojinegras

desplegadas por cada piedra, cada árbol muerto misterioso
en sus particularidades, su doble gravedad, pero flotando
también en la aureola de piedra, de árbol,

y no estamos más malditos en realidad que nadie, mientras vamos
juntos a través de este terreno lunar
donde todo está seco y agoniza y está
tan vivo, hacia las dunas, desvaneciéndonos fuera de campo,
desvaneciéndonos fuera de la vista de los demás,
desvaneciéndonos incluso fuera de nuestra propia vista,
buscamos agua.

Margaret Atwood
Las palabras siguen su viaje
Luna nueva, 1984
Traducción de Luis Marigómez-

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