octubre 12, 2011

ILDEFONSO RODRÍGUEZ


Ildefonso Rodríguez (León, 1952), uno de los fundadores de las revistas literarias El signo del gorrión y Cuadernos leoneses de poesía, ha publicado los libros de poemas Mantras de Lisboa (Ediciones Portuguesas; Valladolid, 1986), Libre volador (Libros de la peonza; Arenas de San Pedro, 1988), La triste estación de las vendimias (León, 1988), Mis animales obligatorios (Renacimiento; Sevilla, 1995), Coplas del amo (Icaria; Barcelona, 1997), Escondido y visible (León, 2000, en colaboración con el pintor Esteban Tranche), Política de los encuentros (Icaria; Barcelona, 2003), Naturalezas (Escuela de Arte de Mérida, 2007, con el pintor Francisco Suárez), Escondido y visible, Poesía reunida, 1971-2006 (Ocnos Alas – Editorial Dilema; Madrid, 2008, con prólogo de Antonio Ortega). Es asimismo autor del libro de narrativa Son del sueño (Ave del Paraíso; Madrid, 1998) y de un volumen sobre música y poesía, El jazz en la boca (Dossoles; Burgos, 2007). Importante saxofonista de jazz, dirige un aula-taller en la Escuela Municipal de Música de León.

Un poema en prosa:

Es una floración nocturna la que le trae una vez más, con perseverancia, al lugar de las poleas, las sogas, los andamiajes en ruina. Se mueve por un espacio de antiguas construcciones que cayeron en el abandono, corrales donde aún quedan algunas gallinas. Sus sentidos ganan una voracidad intestinal, la reflexión se vuelve un ensueño hosco que le paraliza, parece estar bajo los efectos del veneno curare. Retorna y tropieza en cada signo, lentísimos merodeos le aprisionan y le alejan de su centro. En una levitación que no puede detener, pierde peso, se hace transparente, le lleva la brisa como a una hoja seca o al rumor de unas palabras oídas en la calle. Una cal viva desfigura los rostros mejor conocidos, las imágenes despiden un ardor, vienen voces roncas.

Se revuelve contra ese estado de cosas y busca la inmovilidad, se vale de su torpeza para imponer formas leves pero duraderas, en un revuelo contra el pavor. Necesitaría, se dice, una túnica de amianto para adentrarse en el fuego, en el círculo, en las pieles del mundo.

Saldrá de su confusión reteniendo la imagen de un erizo moribundo en un camino, atropellado por la rueda de un carro; su hocico aún respira el aire cruel de esa noche.

ILDEFONSO RODRÍGUEZ

Poema incluido en el libro Escondido y visible, Poesía Reunida, 1971-2006 (Ocnos Alas – Editorial Dilema; Madrid, 2008).

Fotografía: FRANCISCO SUÁREZ


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