octubre 01, 2012

Octubre 

Estaba echado yo en la tierra, enfrente
el infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la amarilla
dulzura de su claro sol poniente.

Lento, el arado, paralelamente
abría el haza oscura, y la sencilla
mano abierta dejaba la semilla
en su entraña partida honradamente

Pensé en arrancarme el corazón y echarlo,
pleno de su sentir alto y profundo,
al ancho surco del terruño tierno,
a ver si con partirlo y con sembrarlo,

la primavera le mostraba al mundo
el árbol puro del amor eterno.

Juan Ramón Jiménez

1 comentario :

Tesa Medina dijo...

Que poema tan visual, Ada, no lo conocía.

Me gusta la idea de sembrar el corazón a cachitos en esos surcos recién labrados en el otoño...A ver qué nos depara la primavera.

Un abrazo, Ada.