marzo 24, 2014






He amanecido sin brazos. Me los arranqué a las 4:28 de la madrugada. Me empezaron a molestar a la 1:26, primero fue el izquierdo, se me había dormido y me dolía tanto que apenas notaba las puntas de los dedos. El derecho empezó a doler a las 3:42, y era como un mortero golpeando y arrastrando las hebras en las que se iban convirtiendo los músculos. La verdad es que he sentido un gran alivio cuando de un tirón han salido de cuajo salpicando de sangre la colcha, la mesita, la pared, el espejo, todo lo que me rodeaba. Casi al instante me he quedado dormida profundamente, he descansado bien y cuando ha sonado el despertador estaba despejada para empezar una nueva jornada. He dejado los brazos tirados a los pies de la cama, estaban de un color azul casi negro y las manos se habían hinchado y amorcillado. Da igual, no pienso volver a usarlos. 

MARÍA JESÚS SILVA  

1 comentario :

Tesa Medina dijo...

El mejor cometido de los brazos es el abrazo. No hay nada tan acogedor y calmante.

Por eso creo que en este estupendo e inquietante micro esos brazos significan las cadenas que nos atan a la rutina con correas de miedo.

Ojalá cambie esos brazos inservibles por unas alas y pruebe volar.

Besos, Mária